La Mamen y yo somos miopes. Físicas y mentales. No pasa
nada. Para las dioptrías físicas tenemos gafas, y a las bolleras les gusta. Otro
cantar que gusta menos, son las dioptrías mentales. Por eso, nuestra “Niña sin
Pupilas” lleva como subtítulo “cuentos para no mirar”.
Y es que La niña sin Pupilas, es la gemela punk de “El
Principito”. Ella se ha criado en los barrios bajos de los videoclips de
Rosalía mientras El principito seguía intentando pillar cacho con la rosa.
Veinticinco cuentos, que si la Walt Disney los llevase al
cine no podrían emitirse ni en la sala de proyección más alternativa de tu
ciudad, porque la pantalla implosionaría ante tal cantidad de realidad cruda.
Una madame serpiente que es muy mala madre, un torero cuya
vida queda en manos de las telespectadoras, un lagarto presuntamente
delincuente que es tan, pero tan presunto que que hay que presumir incluso su
propia existencia para no acabar en la cárcel. Y así Imaxi Rico nos lleva de
paseo por fauna humana para ver nuestras animaladas, porque a veces, hay que
mirar un poco.
La autora define su libro como “ficción transgresiva”, La
Mamen y yo opinamos que es algo más. Es un ejercicio de persistencia, de
digestión de la realidad como único modo de reafirmación propia. A la realidad
hay que sacarla del armario, y la niña sin pupilas se lleva a la realidad de
fiesta por el ambiente, para que entre luces y sombras, la veas, con su brillo
y con su mal aliento de borracha fumadora. Pero es que aun así, la realidad
tiene su encanto ¿no?.
Si "La niña sin pupilas" tuviera Facebook, tendría agregada a
Alicia, la protagonista y joven promesa lésbica de "El país de las maravillas". Y es que las
dos pasan de moralejas, no miran sus realidades deformadas con objeto de sacar
de ellas una moralina y unas respuestas facilonas a las preguntas más
complejas. Hay preguntas que son solteras, que no necesitan respuestas, a ver
si nos vamos enterando. Vamos a mirar a mirar más.
Mamen y yo tenemos legañas.
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